DIEGO CASTRO:
Salió de Castalia después de haber pasado por emociones bien distintas en los últimos minutos. Se encaminaba hacia el autobús que trasladaría al equipo hasta el aeropuesto de Valencia, y aún recibía el apoyo de los más de 3.000 aficionados que se habían desplazado. De repente, le vino un recuerdo que estaba cerca de hundirle. La tarjeta amarilla que vio ese día era la quinta, y no podría jugar el encuentro decisivo ante el Eibar. Pasadas unas horas, reaccionó.Y lo hizo cuando se percató de que su papel en el equipo había cambiado. Junto a Gerard, que también estaba sancionado, se iba a ocupar de descargar de tensión a todos sus compañeros. Lo llevaron a cabo durante toda la semana. Ambos se dedicaron a que el resto del vestuario mantuviese la concentración pero, cuando veían la ocasión, salpicaban de humor cualquier situación.
No fue una semana facil para Diego. Pensar que tendría que presenciar el encuentro desde la grada sin poder ayudar, le suponia un nerviosismo añadido. Así que la única forma de evitarlo era no pensar en ello, pero además, buscar la manera de que el resto desconectase cuando terminaban los entrenamientos.
Ese fín de semana llegaron desde Galicia muchos de sus seres más queridos: "En mi tierra todos los que entran en casa ya son de la familia".
Improviso un pequeño hotelito en su domicilio de Gijón y acogió a unos cuantos familiares. Tantos que el sueño de su casa estaba cubierto de colchones. El domingo despues de comer, se juntó con Gerard y Chus Bravo. Comentaron lo mal que lo iban a pasar durante el encuentro sin poder ayudar al equipo en el césped. Lo vivió a pie de campo. Al igual que otros compañeros, que no formaban parte de la convocatoria, tuvo que ponerse un peto para que le permitiesen estar allí. Lo hizo pegado al móvil, en el que su familia le comentaba todo lo que iba sucediendo en San Sebastián y en Málaga. La comunicación era dificil porque la cobertura se perdía con facilidad.
Lo que ya nunca se perderá son las imagenes que le quedarán grabadas para siempre. Las que esa tarde ofreció el Molinón. Como las que se dieron a cinco minutos del final, con todos los jugadores al lado del banquillo, celebrando la consecución del objetivo. Imágenes de las caras de sus compañeros, en las que se reflejaba la satisfacción personal de haber conseguido algo tan importante como subir al Sporting:
" Un año en el que todos piensan que ha sido fácil, y sin embargo mantalmente fue muy duro".
Extraido de: " El día del Acenso"
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